Abrumado por lo que pasa en mi país, hago una breve pausa para referirme a la guerra que incompetentes y pusilánimes reguladores del Comité de Basilea, han declarado contra lo que ellos consideran es el riesgo de los bancos.
El pilar de sus actuales regulaciones bancarias, son los requerimientos de capital accionario que debe mantener la banca contra distintos activos, de acuerdo al riesgo crediticio percibido.
Por ejemplo las reglas Basilea II permite a los bancos prestarle inmensas sumas a soberanos "infalibles", con cero capital; a privados calificados como AAA, contra solo 1.6% de capital; mientras que, por los pequeños préstamos a empresas o emprendedores, se les exige tener un 8% de capital.
Por cuanto el riesgo crediticio que se percibe ya es considerado por los bancos en las tasas de interés que cobran, lo anterior resulta en que los bancos puedan ganar tasas de retorno ajustadas por riesgo sobre capital mucho más altas cuando le dan crédito a los "seguros" que cuando se lo dan a los "riesgosos".
Y como consecuencia la cartera de los bancos cada día se concentra más en lo que se percibe como seguro, mientras que el crédito bancario a lo riesgoso, ese crédito tan necesario para financiar nuestro futuro, cada día se hace más escaso.
Si uno se asegura contra todos los riesgos, uno corre el riesgo que después de pagar todas las primas de seguro, ya uno no tenga con qué comer. En tal sentido siempre le recuerdo a quienes analizan riesgos que primero definan cuáles son los objetivos más importantes, para así mejor entender cuáles son los riesgos que no pueden dejar de asumir.
Los ciudadanos tenemos un interés vital en que los créditos bancarios se adjudiquen a la economía real de manera eficiente, por cuanto de ello dependerán las futuras fuentes de trabajo. Y por lo tanto, el evitar correr el riesgo de que los bancos quiebren, nunca debería incluir algo que le dificulte a la banca distribuir adecuadamente sus créditos.
De repente si el capital bancario requerido fuese algo menor para proyectos que tuviesen unas buenas calificaciones sobre su potencial de generar nuevas y distintas fuentes de trabajo, lo entendería... pero, para solamente evitar el riesgo de quiebra de unos bancos, jamás.
Y aun cuando esas regulaciones de facto funcionan como un control de capitales, canalizando los créditos bancarios hacia los "seguros" y alejándolos de los "riesgosos", el Fondo Monetario Internacional, ese que tanta historia tiene oponiéndose a los controles de capital, ni siquiera se da por entendido.
Claro está, el FMI tiene entre sus responsabilidades explícitas el buscar asegurar la estabilidad financiera, por lo cual puede haber confundido eso con el evitar las quiebras de algunos bancos. No obstante aún si así fuere, un simple estudio empírico sobre las causas de las crisis bancarias, le hubiese indicado que estas jamás resultan de excesos de préstamos o inversiones en aquello que se percibe riesgoso, pero exclusivamente de excesos en lo que ex ante se creía absolutamente seguro, pero que ex post no lo es.
Y el Banco Mundial es cómplice del silencio. Como el primer banco de desarrollo del mundo debería saber que sin arriesgarnos a abrir las puertas tras las cuales, con suerte, podamos conseguirnos lo que ayude impulsarnos hacia adelante, sólo quedaremos atascados en el pasado.
Hoy, cuando el tema de la desigualdad está tan de moda, no ignoremos que el discriminar contra los más débiles, los más riesgosos, solo puede aumentar la desigualdad.