miércoles, 14 de agosto de 2002

Guacara no es Basilea

 Guacara no es Basilea

 La cartera de créditos de la banca venezolana, que en 1982 ascendía a 16.000 millones de dólares, para Junio de 2002, en dólares constantes del 82, apenas alcanzó 3.300 millones de dólares, es decir, un 21% de la del 82.  Siendo el caso que niveles tan bajos como éstos no se veían desde finales de 1996.

 

En un artículo que publiqué en Junio de 1997, alerté sobre el peligro de que ante el pánico de caer en otra crisis bancaria, fuéramos a exagerar las regulaciones bancarias, olvidándonos de la función principal de la banca, que no debe ser otra que la de ser un agente activo en el desarrollo económico del país y para lo cual se le otorga la licencia. 

 

Desde ese entonces, he argumentado en múltiples artículos, que tenemos que cuidarnos de las normativas bancarias de Basilea, que como parte del proceso de globalización, buscan ser impuestas en todo el mundo, ya que éstas, si bien pueden ser lógicas para un país desarrollado, que quizás sólo busca cuidar su dinero, pueden resultar demasiado estrictas para un país en vías de desarrollo, como el nuestro.

 

Entenderán entonces el porqué de mi angustia, cuando en una entrevista publicada a página completa en un diario nacional, el nuevo superintendente de bancos no mencionó ni una palabra sobre cómo la banca puede fomentar el crecimiento económico y se limitó a declarar sobre aspectos restrictivos de la regulación, con frases como: “nosotros somos el aliado estratégico del sistema para garantizar los depósitos…” y  “me he trazado el objetivo de adaptar la normativa del sistema a los principios fundamentales de Basilea”.

 

Ante la profunda crisis económica en la que nos encontramos sumergidos, si yo fuese superintendente, por el contrario, no haría otra cosa que tratar de determinar si las regulaciones actuales pudieran, de alguna forma, estar frenando innecesariamente el otorgamiento de créditos y, de ser así, procedería a modificarlas… diga lo que diga Basilea.

 

En todo caso, debe señalarse que el impacto que pueda tener uno u otro tipo de regulación bancaria en la salud del sistema financiero, siempre será infinitamente menor que el que tiene el estado real de la economía en la que se desenvuelve la banca.

 

Si hay algo preocupante de la globalización, es que aquella categoría de peligrosos funcionarios públicos, que se limitaban a desarrollar normativas desde sus oficinas con aire acondicionado en Caracas, ignorando el mundo real, hoy siguen en lo mismo, pero desde oficinas aún más remotas… en Basilea.