Mark Twain describía a los banqueros como aquellos quienes prestan el paragua cuando el sol brilla, y exigen su devolución cuando llueve. Tradicionalmente se ha considerado que la natural aversión al riesgo del banquero, es un obstáculo para lograr la suficiente toma de riesgos, tan necesaria para permitir a la economía moverse hacia adelante, y no estancarse, y no caer.
Pero ésa aversión al riesgo propia del banquero, fue multiplicada exponencialmente por las regulaciones bancarias producidas por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Estas incentivan al banquero a prestarle exageradamente a quienes oficialmente se consideran como los no riesgosos, y, con ello, desincentivan el prestarle a los percibidos como riesgosos.
Por ejemplo, según las normas de Basilea II que rigen las regulaciones bancarias españolas, si un banco español le presta a un pequeño empresario español, de aquellos que pueden ayudarles a crear la nueva generación de empleos, se le requiere al banco tener un capital del 8 por ciento. Eso equivale permitirle al banco ganarse el margen neto ajustado por riesgos y costos por préstamos a empresarios unas 12 veces sobre su capital (100/8). Pero cuando el banco otorga un préstamo para la adquisición de viviendas, sólo se le requiere tener un 2.8 por ciento en capital, lo que le permite ganar ése mismo margen neto, unas 35 veces sobre su capital (100/2.8).
Por lo tanto, si un banco español espera obtener, después de costos y de pérdidas estimadas por riesgos de no pago, un margen neto del 1.5 por ciento al prestarle a un pequeño empresario español, esperaría lograr un retorno decente del 18 por ciento al año sobre su capital, mientras que, si el banco piensa ganar ese mismo margen neto, otorgando préstamos para la adquisición de viviendas, pensaría en ganarse un ya indecente 52 por ciento al año.
Por supuesto lo anterior envenenó a España… dificulto e hizo más oneroso el acceso al crédito bancario para los pequeños empresarios, y facilitó y abarato los préstamos para las viviendas… y como resultado ahí están hoy los españoles, despistados y desesperados, con viviendas vacías y sin empleos.
En Mayo de 2003, en El Universal, en un artículo titulado “Basilea”, alerte que sus normas deberían llevar estampado el siguiente mensaje: “Advertencia, el exceso de regulaciones bancarias de Basilea puede ser muy perjudicial para el desarrollo de su país”.
Amigos, si tienen amigos o familiares en España, les agradezco les hagan llegar este artículo. A ellos como al resto del mundo naturalmente les resulta tanto más fácil creerse el cuento de que su crisis económica resulto de una falta de una regulación bancaria, que el creer en una realidad más difícil de entender, la de unos pocos reguladores bancarios expertos que regularon mucho pero increíblemente mal.
Aún cuando en casi todo el mundo se observa la existencia de excesivos préstamos a lo que ex-ante es considerado como nada-riesgoso, como triple-As e “infalibles” soberanos, el peligro de esta artificiosa aversión al riesgo del regulador sigue latente. Tanto en España como en el resto del mundo, parecen estar dispuestos a seguir tomando del veneno, ahora en su versión de Basilea III.
Hay que “¡Ocupar a Basilea!”... para sacar de ahí a quienes infantilmente se han creído que el desarrollo puede ser algo libre de riesgos, y arrogantemente se han creído unas súper-niñeras capaces de eliminar los riesgos. Muchísimo más que bancos estables, necesitamos bancos funcionales. ¡Feliz Año!